
Érase una vez un cordero muy consentido por toda una familia en especial de la hija menor. Un día adoptaron a un cachorro y cada día se ganaba más la atención por parte de la niña.
El cachorro recibía muchas palmaditas y amor por parte de todos y el cordero que se dio cuenta que ya no era el favorito, se volvió egocéntrico y egoísta. Aunque estaba bien alimentado y era bastante consentido, la familia ya casi nunca le prestaba atención.
Pretendiendo tener toda la atención de la familia, el cordero envidioso solo pensó en una cosa: si imitaba el comportamiento del perro probablemente llamaría la atención de todos de nuevo.