En 1756 el virrey don Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo acordó favorablemente a la petición del Obispo y aún más, hizo una dotación por la cantidad de mil pesos para la reconstrucción del templo, los tlaxcaltecas hábiles artesanos, sentido para la música, la escultura y artesanías, ya estaban incorporados desde su alianza de 1521 con los españoles a la civilización y a la religión, de esta manera fue notable el mejoramiento poblacional, poco a poco inician el lento pero incesante progreso de Guadalupe.
A partir de esa fecha, nuestro pueblo adquirió un nuevo nombre: Pueblo de la Nueva Tlaxcala de Nuestra Señora de Guadalupe de Horcasitas (en honor al Virrey).
Otros pueblos de Nuevo León con importante herencia tlaxcalteca son San Juan, de Cadereyta Jiménez, Bustamante, Villaldama, y Río Blanco hoy municipio de Aramberri al sur del Estado.
Su lenguaje, al igual que el de los aztecas era el náhuatl, todavía en las primeras décadas del siglo XX, era común escuchar algunos vocablos que nos heredaron; chimas, cabello despeinado, tachacual, cercado de carrizo, talhuate, trozo de carne dura, chiquihuite, cesto de tejido y varios otros.
Aún existen en Guadalupe descendientes de los pobladores tlaxcaltecas, los principales apellidos son: De Luna, González, Paz, Cavazos, Sena, Reyes, Rubio. Daniel y el más representativo, Ramos. A los habitantes de Guadalupe se les adjudicó el mote de “Tecos”, probablemente por su origen, eran Tlaxcaltecos, este mote perduró hasta la década los años 30 del siglo pasado.
Hemos basado este relato con datos esenciales que escribió el Mtro. Israel Cavazos Garza en su libro “Ciudad Guadalupe, en la Historia y el la Crónica” publicado el año 2000 por la Universidad Autónoma de Nuevo León.